Incondicional

Sé que has tenido un mal día.
También sé que quieres cerrar las cortinas y los ojos.
Decirle al mundo que eres una chica triste y que te gustan las canciones rompecorazones a media noche. Que te mueres porque alguien venga a morderte los miedos y se los dé de comer al perro.
Que la mayor hazaña que has logrado a día de hoy es haberte aceptado. Y que eso cuenta mucho. Cuenta la historia detrás de las mil noches que pasaste con insomnio y que te quedaste esperando lo impredecible que, por cierto, nunca sucedió.
Te has demolido noche tras noche y a la mañana siguiente te has reconstruido hasta la sonrisa. Eres una chica fuerte.
Una guerrera que tiene más batallas perdidas que ganadas, pero eso es lo bonito de cuando vas a encontrar al amor de tu vida: contarle que esa única batalla que has ganado ha vencido a todas las que has perdido. Y que luego tu sonrisa te delate. Y que luego él te abrace, pero ya no esperando que aquel abrazo te sane, porque tú misma lo has hecho con tus fuerzas.
Lo esencial es verte desnuda y abrazar tus propias cicatrices, lamer los precipicios en los que te has encarcelado, besar la mano que te ha cortado las alas, recoger el puñal que te han clavado.
Y si un concepto lleva anclado a la piel es incondicional.
Incondicional, como el pájaro que regresa a su nido y enseña a los polluelos a volar más alto que él.
Incondicional, como aquel solitario que vaga perdido por las calles en busca del amigo que fue su rehabilitación.
Incondicional, como el amor que se tiene a sí misma.
No vuela tan alto,
ni naufraga tan profundo.
No es pájaro ni es pez,
es una chica que lleva como lema:
vuelo, nado y me construyo aferrada a mi otra mano.”

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